Maybuch Victorel
Crear desde lo fragmentario. Se puede mover los muebles, ya sean interiores o exteriores. Se pude destruir ese espacio y reordenar los fragmentos. Aunque no sé nada de sonido, sé reconocer el sonido de una ambulancia, del ascensor cuando sube y de un objeto golpeando el suelo. Entiendo que las cosas se caen y se quiebran y que mi cuerpo es la interfaz de esa caída, pero nunca sé si es caída o subida. Lo que queda claro es el hueco del silencio que se atraviesa de ida y vuelta.
El vacío del ascensor. El cuerpo que se vuelve hueco y vértigo. Un cuerpo frágil que no por caerse se rompe, sino que golpea fuerte en el suelo y al rehacerse establece un nuevo sentido. Julia Kristeva sostiene que lo abyecto es lo fuera de sí, aquello que no reconozco pero que convive en mí. Dentro de este terreno busco dar sentido a lo irreconocible, lo inefable, lo siniestro. Lo que raspa y chirría. Llevo conmigo un sonido quebrado, marcado por el compás de las grietas de los fragmentos que colecciono. Indago en el escombro como memoria, como objeto dotado de valor propia. Como espacio de resistencia asociado a lo frágil, objeto caído que vuelvo a utilizar.
Rompí todo el empapelado de mi cuarto, destrocé las paredes para cargar con 2872 kilos de materiales y componer mi obra. Navego en una cartografía de performances, acciones, collages y textos que me caben en los bolsillos. Dibujo un paisaje de dunas como representación de resistencia, como alternativa a la convivencia establecida entre los muros. Indago en la duna como espacio liso de Deleuze y Guattari. La dina como nueva forma de organización. Recojo los pedazos que voy dejando para luego acumularlos y componer un espacio otro.
Odio la claridad. Mi trabajo parte de la incomodidad. Me pone nerviosa el orden y saber dónde va (o de dónde viene) cada cosa. Ninguna tarea cotidiana se hace fácil. Es ahí donde genera una ruptura, una distorsión que se introduce como un ruido en mi práctica artística.